jueves, 17 de diciembre de 2015

Los 80 golpes

Bordado de Señorita Lylo
Es 24 de diciembre. Abrís tus ojos. Sentís golpes. Dejás el sueño de lado y te acordás que fecha es. Comprendes todo. Lo que escuchás es el ruido típico de la época, entonces también recordás que tu madre debe estar inquieta. Debes ser capaz de comprenderla. No la juzgues. Intentá caminar a su paso durante el resto del día.
Dejas la cama y encendes la televisión del living. El calor te agobia, te marea. Haces un zapping fugaz. Los canales están llenos de placas naranjas, rojas, alertas amarillas. Anuncian que la sensación térmica batió todos los records. Sentís más calor. Te sudan los pies, las manos, la frente, el bozo.
Caminás a la cocina. Los golpes se sienten más fuerte. Y ahí está tu mamá. Sostiene entre sus manos la masa. La eleva en el aire, respira profundo, frunce el ceño y la tira con fuerza contra la mesada. Cuenta en voz alta cada repique:
–Dieciocho, diecinueve, veinte.
Pensás que en cada golpe está dejando el año entero, con sus aciertos y fracasos. Con cada golpe se está desquitando. El golpe veintiuno por la pelea con su mamá. El veintidós por no poder expresarse como quería en la reunión de consorcio. El veintitrés por las veces que la cuñada le recalca que tiene que hacerse la tintura porque tiene las raíces crecidas.
Vos la observás. Mirás sus manos, su energía, su entereza a pesar del calor, que en la cocina se potencia con la temperatura del horno. Te disponés a aceptar que es Noche Buena y que ella necesita de tu ayuda. Es importante que tengas paciencia, comprensión y serenidad.
No son de esos días en que canta y tararea. Son de los días en los que demanda atención. Te necesita. Te espera un día largo.
–¿Preparo tereré? –Le preguntas.
–Treinta, treinta y uno, treinta y dos. Sí, ponele muchos hielitos, exprimí dos naranjitas. Treinta y tres, treinta y cuatro, treinta y cinco.
Respira hondo, no la corrijas, ella es así y habla en diminutivo. Recordá que está estresada. Le cebas el primer tereré y se lo acercás.
–Cuarenta y tres, cuarenta y cuatro… ¿Me das una manito? Fijate de mezclar la manteca, con la ralladura de limón y azúcar ahí en el bowlcito.
Toma el tereré y retoma la concentración en la tarea de amasado. No la mires mal, ni discutas. Mezcla las cosas como te pide, hacelo con ganas. Ella debe notar que sos una aliada y no su contra.
–Setenta y uno, setenta y dos, setenta y tres, setenta y cuatro…… me faltaron comprar unos regalitos… setenta y cinco, setenta y seis, setenta y siete…¿Me acompañás más tarde? Setenta y ocho, setenta y nueve… ¡Ah! Y también quiero hacer unos cartelitos con los nombres para poner en los regalitos…. Ochenta.
Dale una respuesta positiva. Decile alguna idea de lo que puede comprar. Preguntale con qué forma quiere los cartelitos. Es preciso que no digas “cartelitos” con tono irónico, está susceptible y puede pensar que la estas cargando. Mantener un diálogo relajado las va a ayudar a las dos.
Termina de amasar y deja reposar la masa unos minutos. Vos le das otro tereré. Ella te cuenta de los problemas de su amiga Beti y que Elsa se cayó en la calle. Asistí con la cabeza, actuá con un poco de preocupación para que sienta que el tema te interesa.
Se trasladan juntas a la mesa. Tu mamá inicia a estirar la masa con el palote. Encendele el ventilador para que corra un poco de aire. Mientras estira, te pide que le alcances la pasta de manteca, limón y azúcar. La desparraman juntas por la masa. Luego la copita de moscato que vierte en toda la superficie. Después te pide las nueces picadas y finalmente las pasas de uva.
Observas como la lluvia de nueces y pasas quedan atrapadas por la pasta de manteca, limón, azúcar y reciben el aroma del moscato que se impregna en su textura.
Preguntale cosas acerca de la torta. Desde cuándo la hace, cómo aprendió, quién se la enseñó.
La ayudas a enrollar la masa. Tu madre toma un cuchillo y a ojo y experiencia, corta la masa en trece pedazos. Te pide que traigas el molde y vos le acercas los trozos y ella lo acomoda formando una rosca.
Puede ser bueno que consultes como la va a decorar. Si va a ponerles flores, cerezas o algún adorno navideño.
Te invade un deseo de tener las mismas ganas de cocinar. De continuar y perpetuar ese ritual, esa tradición familiar. Comenzás a imaginarte madre. Cocinando la torta en navidad.
Una gota de sudor cae por tu frente y te regresa al lugar.
–Compré unas ceresitas para ponerle en el centro. Y quizás le sume unas campanitas doraditas.
Dice tu mamá. Le sonreís. Te sonríe.
–Las ceresitas me gustan –Respondes.
Y ponen la torta juntas en el horno.

Bordado de Señorita Lylo





















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